Javier Heraud le escribe a César Moro

Texto en clave surrealista de Heraud al poeta Moro. Lima, 1959. Publicado en el N° 5 de Libros & Artes.

César Moro

Cuadro de Rodrigo Núñez Carvallo.

La vida escandalosa de César Moro

O.- Si llegaran dos personas y ocuparan el diván sin decir palabra.
M.- No volvería a comer pan los domingos.
O.- Si el agua se decidiera a salir del vaso que la contiene.
M.- Qué delicia matar sin descanso todos los niños nacidos en el mes de
noviembre.
(César Moro: Juego Surrealista).

He querido decir unas breves palabras sobre César Moro, pues hoy lo he imaginado un señor alto con sombrero y ha pasado sobre mi almohada ensuciándola con su aliento.

Cuando anoche lo vi caminar sobre mi cabeza, sentí que su sombrero caía. Al agacharse a recogerlo lo he mirado a los ojos y he visto que no tenía ojos y me miraba con ellos. Sentí un odio y una compasión tan grande por él que lo podría explicar muy fácilmente.

Al instante lo he insultado y le he dicho que tuviera más cuidado la próxima vez de no dejar caer su bastón. Su bastón me ha golpeado la cabeza. Me ha vuelto a mirar y ha dicho:

“Dispérsame en la lluvia o en la humareda de los torrentes que pasan

Al margen de la noche en que nos vemos tras el correr de las nubes.

Que se muestran a los ojos de los amantes que salen

De sus poderosos castillos de torres de sangre y de hielo…”

Lo he visto luego montar en un elefante blanco, llevándose en sus ojos una visión de pianos apolillados cayendo en ruinas. Me ha mirado (sin ojos) dentro de su animal y no ha vuelto a decir nada. He abierto un libro en que dice:

“Corro en el peinado de tranvía aéreo de los hipocampos relapsos y homicidas transitando la terraza sublime de las apariciones en el bosque solemne carnívoro y bituminoso…”

Resuelto estoy a no volver abrir ese libro. Ha de quedar cubierto de nidos de arañas y polvo. El bosque viviente de César Moro se llenará de lluvia luminosa de verano. Las aves blancas y sus elefantes, sus pianos y sus tigres hermosos se elevarán sobre lo nunca dicho. Los leones (varios de ellos) al crepúsculo lamerán la corteza rugosa de la tortuga ecuestre.

“los árboles vuelan a ser semillas y el bosque desaparece
miríadas de insectos ahora en libertad ensordecen el aire
al paso de los dos más hermosos tigres del mundo…”

Ha vuelto a pasar sobre mi cabeza César Moro y ha vuelto a dejar caer su sombrero. Ni su tortuga ni su elefante lo esperaban. No tenía ni bosque, ni árboles que volaran a ser semillas, ni veía pasar a los
dos tigres más hermosos del mundo. Me he sobresaltado dos veces en mi cama. Ya no era alto como la primera vez, ni tenía ya sombrero. He corrido a traer la franela para limpiar el libro olvidado y he pedido por favor aquel hombre me esperara. Lo he abierto, y he leído delante de él, del bosque, de los elefantes, de las tortugas, del zoológico con los leones y las semillas, con las axilas y el alcohol lentamente, con el alcohol y las piernas blancas y rojas envolventes:

“El río que corona tu aparición terrestre saliendo de madre
se precipita furioso como un rayo sobre los vestigios del día
falaz hacinamiento de medallas de esponjas de arcabuces
un toro alado de significativa alegría muerde el seno o cópula
de un templo que emerge en la luz afrentada del día en medio de las
ramas podridas y leves de la hecatombe forestal…”

M.- Si la luz terminara para siempre
O.- El despertar enmudecería humillado
M.- Si este mes fuera largo como un año y esta noche larga como un siglo
O.- No valdría la pena hablar más.

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