Mimí termina su relación con Ribeyro

Memoria de Julio Ramón Ribeyro sobre su enamorada Mimí. Mortsel, 5 agosto de 1957.

Julio Ramon Ribeyro novia

Situación catastrófica esta noche con Mimí, compuesta la última hora por una de esas inspiraciones que se tienen pocas veces en la vida. Desde que comenzamos a caminar me di cuenta de que algo extraño sucedía. Mimí durante un cuarto de hora no pronunció palabra, marchaba rígida a mi lado, el ceño fruncido, las manos cruzadas sobre el pecho. Mis tentativas para saber qué le ocurría fueron vanas. Mi viejo presentimiento renació y me dije que con Mimí se produciría lo mismo que con Yolanda, en Madrid, es decir, una hermosa aventura interrumpida de manera súbita, arbitraria y brutal. Cuando nos sentamos yo estaba preparado para todo, pero aún trataba de inventar algunas excusas: pensaba que en la tarde me había visto tomándole fotografías a Jeannine. De pronto me dijo: «Te voy a escribir una carta». Mi primera proeza fue disuadirla de esta resolución, que más valía la pena explicarse mediante la palabra. En resumen me habló y me dijo exactamente lo que me temía: «Je t’aime beaucoup, mais je ne suis pas amoureuse de toi. Il vaut mieux de ne pas nous revoir, ou en tout cas de nous revoir comme des simples amis».

En los primeros momentos de confusión no sé qué cosa dije. Pensaba en otras cosas. Pensaba en que yo era un hombre insignificante, que era un iluso además al haber creído todo estos días en el amor de Mimí.

Pensaba también que si me había sido imposible enajenar a esta criatura, nunca más en el futuro podría enajenar a ninguna otra. Mientras tanto Mimí también hablaba, hacía alarde de su franqueza y trataba de convencerme de que su conducta era la más honesta, que había sido dictada por una verdadera simpatía.

– C’est ta faute à toi -añadió- Tout me regardes tout le temps, tu me dises des gentilleses toujours. Je ne peux pas devenir amoureuse d’une personne si empressé. J’espère, que tu ne seras pas fâché.

Como yo no replicara nada, insistió:

– Tu ne seras pas fâché, n’est-ce pas?

Esta pregunta tuvo una virtud mágica. Calando profundamente en mi naturaleza me di cuenta en ese momento de que no estaba molesto, que tampoco estaba triste, que ni siquiera estaba humillado, que por el contrario como una invencible alborada se abría ante mis ojos. «Estoy libre, estoy libre, me repetía. Esto se acabó, adiós citas, adiós paseos, de ahora en adelante puedo disponer de mí mismo, puedo dejar la fábrica si quiero, puedo irme de esta ciudad, puedo regresar a París…»

– Qu’est-ce que tu as? – me interrogó- Tu as une expression si drôle.

– Vraiment, je ne suis pas fâché, Mimí -le respondí-. Je ne suis pas fâché, parce que tu m’avais obligé à changer mes anciennes habitudes, et maintenant je puis les reprendre. J’etais devenu un homme presque convenable, seulement por toi. J’avais fait le projet de mener une vie ordenné, sage, pratique, seulement pour toi. J’avais même renié mon passé, mon passé que tu ne connais pas, seulement pour toi… Maintenant tout change, je redeviens ce que j’etais, je me récupée avec allégresse, je vais même te montrer tous les cotés de ma nature que tu ignores et qui peut-etre te feront peur… Qu’est-ce que tu sais de moi? Rien. Pour toi je suis un monsieur de un pays lointain qui te fais la cour, un homme riche peut-etre, en tout cas un homme d’avenir qui travaille dans une importante société, un homme serieux, sans vices, sans secrets… Mais je veux te dire la vérité: je suis un aventurier. J’ai été tout ma vie un aventurier. Toi, Mimí, toi aussi, tu n’est autre chose qu’une partie de mon aventure… Si tu me fais mal, si tu me rends malheureux, je le regretterai, c’est vrai, mais je ne t’en voudrai pas,car dans mon systéme de vie le malheur est prévu ou, en employant d’autres termes, parce que seulement les malheurs succesifs peuvent me permettre de mener cette aventure à sa fin…

Mi discurso prosiguió. Le hablé de París, de otras mujeres que me habían querido o que me habían abandonado, de mis épocas de miseria, de mis épocas de grandeza, de todos los expedientes que había utilizado para sobrevivir… Yo veía sus ojos dilatarse en la oscuridad. Cuando terminé quedó pensativa. Yo encendí un cigarrillo y pude al fin echar una mirada a mi alrededor: estábamos cerca del foso de un castillo español del siglo XVI. Había una luna hermosa.

El silencio proseguía.

– Et maintenant, qu’est-ce que nous allons faire? -preguntó.

– Ce que tu veux. Il y a seulement deux solutions: ne pas nous voir ou nous voir quand tu en éprouves l’envie.

– Et que ferais-je quand j’eprouve l’envie?

– Tu m’enverras une lettre.

Regresamos. Yo andaba silencioso, distraído. Pensaba nuevamente en otras cosas. Era ahora Mimí la que me observaba. Veía en la penumbra de sus ojos volverse insistentemente hacía mí. Para romper el silencio comencé a hablar de cosas diferentes de una manera tan natural, tan libre. El hecho de saber que no me quería me había vuelto menos prudente, más expansivo. Yo me decía: «Pero si estoy con una niña. Yo puedo ser su padre». Le conté historias de crímenes, de sueños, le hablé de cosas que en otras circunstancias nunca le hubiera hablado. En ningún momento le hablé de lo que acababa de ocurrir, de lo que ocurriría en el porvenir. Cuando llegamos a su casa me di cuenta de que Mimí estaba inquieta. temblorosa, que quería decirme algo pero que no se atrevía. Cerca de la «puerta estrecha» le tendí la mano diciéndole que, como estaba convenido, me escribiera o me enviara un mensaje, cuando buenamente quisiera. De pronto, Mimí se arrojó contra mi pecho, me enlazó con sus brazos y durante un tiempo interminable permaneció con su frente apoyada en mi hombro. Nunca, ni en nuestros mejores días, había osado algo semejante. Yo le acariciaba la cabeza, con una mezcla de ternura y de lástima… Al fin se separó de mí para decirme, con un poco de verguenza -como si me pidiera un favor-, que mañana vendría a visitarme.

Deja un comentario